top of page

¿Acaso los arquitectos leen?

  • Foto del escritor: Ignacio Sottini
    Ignacio Sottini
  • 5 feb 2017
  • 4 Min. de lectura

Una vez, cuando estaba tomando una clase en mi Facultad, una profesora nos estaba mostrando un libro que un compañero llevó con numerosas obras arquitectónicas. El libro resultaba ser muy bonito, con imágenes colocadas de una forma correcta y un texto de lectura ligera que lo acompañaba, pero ella pasaba rápidamente las páginas con texto y mientras lo hacía, decía:


— Esto no creo que les interese, ¿cuantos de ustedes tienen más de cinco libros en la casa y que no sean de la Facultad?


Yo quise contestarle pero por respeto preferí callarme y escuchar como ella continuaba diciendo cómo los textos no eran importantes mientras nos mostraba las imágenes y se dedicaba a criticar y cuestionar las decisiones que ese arquitecto había hecho en su obra. Había una ventana en el techo muy extraña en la obra, que estaba muy pegada a la pared y que estaba casi por encima de un sillón de lectura. Era una ventana alargada, estrecha y con forma rara.


Cuando finalmente nos prestó ese libro a nosotros, yo fui directamente a la página en la que ella había criticado y se había reído de ese autor para leer lo que decía. El autor, y arquitecto, explicaba la forma en que había tenido que posicionar las aberturas para que el sol entrara en la habitación de lectura. Explicaba cómo el cliente era un hombre anciano de costumbres y que siempre leía el diario a cierta hora, por ende quería que el sol le entrara justamente allí para evitar usar luz eléctrica mientras lo hacía. La ventana extraña cumplía satisfactoriamente ese requisito y el cliente estaba muy conforme.


Cuando le indiqué a la profesora la razón de la ventana, ella me preguntó de donde había inventado eso y cuando le señalé el párrafo en el libro, ella desacreditó al autor. Dijo que eso estaba mal explicitado y que para entender la obra había que entenderla solo viendo porque los arquitectos nos basamos en la visión y no leemos. Mis compañeros se rieron y asintieron.


Ese día fui a mi casa y pensé que jamás podría ser un arquitecto. Amo leer. Amo las palabras.


Cuando había que escribir la memoria descriptiva de nuestros proyectos, siempre me delegaban a mí esa tarea. Hubo incluso un par de veces en la que yo tuve que escribir la memoria descriptiva de varios amigos porque ellos no sabían que poner. Carecían de vocabulario y me preguntaban: ¿De donde sacas todas esas palabras raras?.


Bueno, pues, leo. Leo mucho. Y todos deberían hacerlo.


Si aquella profesora supiese la repercusión que sus palabras tuvieron en sus alumnos, estoy seguro que se estaría lamentando. Los arquitectos no leen. Los arquitectos se basan en las imágenes. Los arquitectos solamente tienen libros de fotografías. ¿Vos lees todo esto? ¿Y por qué sos arquitecto y no profesor de letras?


Todas esas son frases que escuché a lo largo de los años. Una más errónea que otra.


Es totalmente entendible que una persona no le guste leer. No es lo común que alguien se lea una novela en menos de una semana. Pero si es esperable que alguien profesional (O en camino a serlo) sepa escribir una memoria descriptiva de más de dos renglones. Es esperable que una persona sepa un poco de vocabulario más allá del técnico.


No es sorpresa encontrar en las revistas de arquitectura por suscripción páginas dedicadas a artículos de opinión o incluso a entrevistas. Incluso hay revistas que dedican páginas a la construcción de la teoría y el pensamiento crítico en cada uno de sus ejemplares. Y no son pocos los arquitectos que escribieron libros de texto, no libros de fotos con epígrafes. Le Corbusier es un claro ejemplo de ello con su libro para los estudiantes de arquitectura.


Un arquitecto cordobés al que admiro tiene un léxico increíble. Leer las memorias descriptivas de sus obras es como deleitarse viendo una película. Habla de sus obras con pasión y en la elección de su vocabulario se puede entender completamente sus intenciones. Incluso usa metáforas líquidas que van más allá de una mente con poca imaginación.


Eso fue lo que poco a poco fue destruyendo ese miedo que tenía de ser arquitecto y ser un apasionado por la escritura. Los arquitectos sí leemos. Los arquitectos sí escribimos. De no ser así, ¿habría tanto incentivo a la escritura y tanta oferta? No, claro que no. Incluso aquellos que no son aficionados a la lectura saben que deben hacerlo.


La lectura construye el lenguaje y el vocabulario, aumenta la capacidad de imaginación y de entendimiento de metáforas. Y, mucho más importante, nos ayuda a ser capaces de explicar nuestros proyectos. Porque, si un día tenemos que explicar nuestro proyecto frente a una audiencia, ¿como hacerlo si lo único que leímos en nuestra vida fue lo impuesto por las entidades educativas a las que asistimos?


El arquitecto debe leer. Debe leer de arquitectura, debe leer de romance, debe leer de aventura. El lenguaje español es un lenguaje tan rico que duele ver a un profesional con un vocabulario reducido a 300 palabras y frases armadas. Y si en tu caso la lectura te resulta algo casi insufrible, entonces hazlo algo más ameno. Hay quienes leen en el exterior, sentados en su patio o en su balcón, mientras se broncean un poco. Hay quienes leen mientras comen, tomándolo como una distracción. Y hay quienes leen en su viaje en transporte público, para hacer mas entretenido el trayecto.


Los arquitectos sí leemos. Debemos hacerlo, porque no somos profesionales básicos de la imagen, hay que derrocar esa imagen. Hay veces donde las imágenes no pueden expresar lo que las palabras sí, porque en la elección de palabras se transmiten los sentimientos. En diagramas o fotografías, no.


Estos fueron tus 5 minutos de break y es hora de dejar de leer, para leer algo más.



Comentarios


Entradas destacadas
Vuelve pronto
Una vez que se publiquen entradas, las verás aquí.
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
Síguenos
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square

© 2017 by FERNANDO GAGGERO

bottom of page