Los countries y la dinámica urbana
- Ignacio Sottini
- 5 nov 2017
- 6 Min. de lectura

¿Quieres vivir en un mundo de fantasías? ¿Aislado de la realidad en que vives y desconociendo completamente a tu ciudad y a los tintes de la misma? ¿Vivir el sueño americano, rodeado de casas del mismo estilo, con autos del mismo estilo, gente que viste lo mismo y trabajos que significan lo mismo? Si ese es el caso, entonces múdate a los años 60 en un suburbio de los Estados Unidos. O a un country en cualquier parte de Latinoamérica hoy, es lo mismo. O por lo menos eso pretenden quienes construyen countries.
Es de público conocimiento la cantidad incontable de artículos que se encargan de desmerecer estas millonarias creaciones pseudo-urbanísticas y las desventajas que estas traen al crecimiento de la ciudad y la construcción de un patrimonio digno de mostrar. En este artículo no pretendo enlistar lo que otros colegas o allegados al tema hayan escrito anteriormente, sino dar una simple opinión y ,como siempre, una generalización satirizada de la realidad.

Hace unos días, descansando de una semana ardua de trabajo, me encontraba sentado en el sillón de mi casa con una taza de té y hojeando una revista de arquitectura intentando pasar el cuarto de contenido dedicado a las publicidades que sustentan la publicación para llegar finalmente al contenido. No me malinterpreten, amo las publicidades porque ellas me sirven muchísimo para encontrar productos, proveedores o incluso enterarme de novedades. Y fue allí, cuando me encontraba hojeando las publicidades cuando vi un anuncio que me llamó la atención.
Era un render, claro estaba. Parecía haber salido de las calles de Calabasas, en California. Era una imagen idílica con un sol veraniego y una gran piscina en torno a lo que claramente era un club-house. Alrededor había niños jugando en la piscina y madres recostadas en las reposeras con trajes de baño enterizos. A lo lejos se veía un grupo de hombres en torno a un asador preparando el almuerzo y a lo lejos se erigía una colina con varias casas de estilo californiano. El anuncio rezaba: Invertí en (inserte el nombre del country que primero se le venga a la cabeza, en mi caso lo llamaré Las Perlitas), donde tus sueños se convierten en realidad. Luego venía una larga lista de los amenities con los que el country contaba (entre los que se destacaban un restaurante y una cancha de polo) y la forma de financiación.
Párrafo aparte merecen las personas que estaban en el render, el cual se supone que debía retratar una posible realidad de la ciudad sudamericana donde estaba pero todos allí parecían haber surgido de la parte más escandinava de Europa. ¿Dónde estaba la gente que habitaba esa ciudad? ¿Por qué no había nadie con pelo más oscuro que el sol? ¿Dónde estaba la realidad social en ese render?
Cuando busqué exactamente dónde estaría ese futuro barrio privado, resultaba ser que a menos de cinco kilómetros se encontraba una urbanización de emergencia, comúnmente conocida como villa en Argentina. Un asentamiento informal, como es tan común en Latinoamérica, y donde parece ser que la única acción para contrarrestar este problema del crecimiento urbano y la segregación es con realizar una inversión millonaria, cercar con muros perimetrales de más de tres metros de alto y crear en su interior una realidad que existía en Estados Unidos años atrás.

Otros artículos periodísticos dedicados exclusivamente a la promoción de los countries o la comparación entre sí hablan de la “Lista Top de Countries en Buenos Aires”. Las palabras amigable, naturaleza y exclusiva parecen haberse vuelto exclusivas, valga la redundancia, de estas urbanizaciones cerradas.
Pareciera ser que quienes eligen vivir en un country tienen un doble discurso en lo que significa habitar la ciudad. Por un lado, cuando un country anuncia que está a menos de cinco minutos del casco céntrico de la ciudad aumenta sus posibilidades de venta, pero en el mismo anuncio te indican que es un ambiente idílico y rodeado de naturaleza. ¿Qué pasa entonces con vivir en la ciudad? ¿Cuál pesa más? ¿Qué es lo que realmente buscan las personas que eligen vivir en un country?
“A mí me encanta vivir en la ciudad, pero no me saques de mi country” dijo una muchacha que conozco cuando estábamos en una reunión con más de diez personas y el tema surgió en la mesa. Ese fue el puntapié para que agentes de ambos bandos sacaran su arsenal de opiniones y una reunión entre amigos y conocidos fuese salpicada de política, inseguridad y discursos apocalípticos. Pareciera ser que ahora además de fútbol, religión y política habría que agregar la dinámica urbana a los temas tabúes para hablar en una mesa.

La homogeneidad de los countries es tal que hoy en día existe el concepto de: Casa estilo countrie como un modo de diseñar y proyectar una vivienda unifamiliar. También se habla de una comunidad exclusiva, como si los que la habitasen fuesen eruditos y notables ciudadanos. Es más probable encontrar a un ganador de un premio nobel en un loft reacondicionado en el centro de la ciudad que encerrado en una casa de más de 500 metros cuadrados.
Hoy por hoy inclusive hay urbanizaciones cerradas que ya, por falta de espacio, no promocionan lotes para construir ciudades sino que van más allá y ofrecen diferentes tipos de departamentos y propiedades horizontales. Son tan masivas estas urbanizaciones que ya se promocionan a sí mismas como ciudades dentro de ciudades. No dudaría incluso si alguna de ellas incluso tiene su propio código postal.

Muchos acusan elegir vivir en un country por cuestiones de seguridad, victimizándose por la inseguridad que rodea a las calles de las ciudades latinoamericanas hoy en día ignorando el hecho de que en los countries suceden la misma cantidad de robos, secuestros y asesinatos que en una calle ubicada en un barrio céntrico. E incluso puede que sea mayor por la resonancia en los medios que tiene un asesinato en una señora que vivía en un country que una señora que vivía en un barrio.

Mientras que los crecimientos urbanos integrados a la dinámica urbana buscan armonizar con el entorno y crear una relación con el tejido y su entorno, los country hacen exactamente lo contrario. No solo agrandan la brecha social entre quienes están dentro y quienes desean estarlo sino también crear una ilusión que pocos suelen percibir. Un niño que nace en un country, tiene sus amigos cercanos a un country y va a un colegio privado a menos de cien metros de su country, ¿qué clase de realidad está viviendo? ¿Acaso no estamos creando entonces cientos y cientos Shows de Truman? Una vez que logran salir a la sociedad, son escupidos por la misma al no saber cómo reaccionar ante situaciones cotidianas del día a día en una ciudad con más de un millón de habitantes.
Reconozco que hoy en día la inseguridad y el índice de crimen en Latinoamérica creció abismalmente desde la añorada e idolatrada época de los noventa, pero invertir en un country no es la respuesta ante semejante problema. La respuesta recae en una combinación entre quienes tienen el capital de invertir y quienes tienen la capacidad de crear ciudad (algo que no todos los arquitectos poseen). Invertir en un country es como poner una bandita a una rajadura en una pared. Parecería que tapaste el problema pero poco a poco esa rajadura seguirá creciendo y la bandita que pusiste quedará ridícula allí porque te darás cuenta que no sirvió de nada. Y usé justamente la palabra tapar y no resolver, porque poner una bandita a una rajadura no soluciona el problema, solo lo hace desaparecer temporalmente.

Un barrio social con espacios públicos, un complejo edilicio con parques y plazas, un loteo abierto con servicios propicios para un crecimiento urbano saludable son ejemplos de acciones a realizar. Son respuestas a necesidades de vivienda, pero sin convertirse en un discurso de segregación y estratificación social. La ciudad está hecha para recorrerla y para crear flujos de tránsito tanto vehiculares como peatonales. Una persona que vive en un country sería un individuo que se sube a su auto, maneja varios kilómetros, entra a su gimnasio y se pasa una hora en la cinta caminadora o en la bicicleta, en vez de hacerlo al aire libre aprovechando el espacio en contacto con la naturaleza donde eligió vivir.
La homogeneidad que crea el country no es ciudad, mucho menos si ese country está a menos de cinco minutos de la mixtura que existe en una ciudad masiva como puede serlo México, Rio de Janeiro o Buenos Aires. La riqueza de una ciudad y su consiguiente reconocimiento a nivel mundial se da en su mixtura de usos y la armonía que se crea entre estos haciendo que la calidad de vida de las personas aumente y el crecimiento urbano se dé de manera normada y regulada.

Este artículo se hizo extenso, y puede que te haya llevado más de cinco minutos leerlo, pero espero compensarlo por la falta de contenido que hubo en estos meses.
¿Cuán probable es que usted vaya a vivir en un country? ¿Lo haría? ¿Por qué?
¿No lo haría? ¿Por qué?
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