La perla del oeste canadiense
- Ignacio Sottini
- 22 ene 2017
- 3 Min. de lectura
¿Existe alguna ciudad que en verano se pueda ir a la playa y disfrutar del atardecer, en primavera y otoño disfrutar hermosas y coloridas mañanas en el parque y en verano se pueda esquiar? Sí, claro que sí. Pero de seguro que ninguna es como la perla del oeste canadiense, Vancouver.

Cuando se habla de ciudades bonitas, muy pocas veces se recuerda a la gema canadiense que día a día crece de forma desmesurada tanto en arquitectura como en riqueza cultural. Una ciudad relativamente joven, fundada en 1886, su corta edad no debe cegar el juicio de valor que en Vancouver se establece.
Mientras que gran parte de la ciudad hoy en día está poblada por edificios de high tech y curtain wall, el choque con la zona patrimonial llamada Gastown es un contraste muy bonito e interesante de presenciar. Pasamos entonces de estar en una ciudad del siglo XXI para presenciar sus inicios a finales del siglo XIX. Las fachadas de vidrio y metal son casi paralelas a las fachadas bajitas de ladrillo visto y molduras labradas en los zócalos y dinteles. De la misma forma, la arquitectura emblemática como lo es el edificio Science World, destacan de todas las otras cosas que se aprecian en la ciudad tanto por su forma como por su tipología. Un edificio destinado al incentivo de la curiosidad con actividades científicas interesantes como por ejemplo: La simulación de creación de nubes y tormentas.
La construcción es algo llamativo en Vancouver, actualmente hay más de 32 obras en construcción en el casco céntrico de la ciudad. Zonas como Olympic Village o Yaletown no existían antes del 2010 y hoy en día están catalogadas como uno de los mejores lugares para vivir. Mientras que la arquitectura presente aquí se tratan de edificios residenciales para un mercado bastante selecto y exclusivo, el concepto de poblar la zona y pasar de tener un espacio vacío y casi desértico a convertirse en un distrito de viviendas es algo que todas las ciudades deberían anhelar.
Pero no es todo High Tech, ni edificios de plantas simétricas. La cantidad de vidrio, metal y concreto presentes en la ciudad continúan siendo mucho menor en comparación a la inmensidad del Parque Stanley. Una pequeña península, a tan solo metros del colorido y brillante casco céntrico, pareciera haber salido de las profundidades de las montañas. Árboles centenarios y longevos marcan senderos sinuosos, su follaje apenas deja pasar la luz del sol y sus numerosos cursos de agua lo convierten en un espacio único que es imposible de perderse en la visita a Vancouver. Incluso el sendero desde Olympic Village hacia el Parque Stanley es único, con una ciclovía continua que recorre los mejores paisajes de la bahía, como por ejemplo Yaletown o el Muelle de pescadores, y un sistema de senderos para peatones y ciclistas poco visto en otras ciudades del mundo.
¿Que hay de su cultura? Personalmente pienso que es lo más bonito de Vancouver, dejando de lado sus postales panorámicas y las pequeñas gemas que se encuentran en cada esquina de esta ciudad mágica. Es posible que una persona pase meses viviendo en Vancouver sin conocer a nadie que haya nacido allí y mucho más probable que en un grupo de diez personas, siete de ellas ni siquiera hayan nacido en Canadá. Y es aquí donde radica la riqueza que día a día engrandece a la ciudad de Vancouver. La inmigración tiñe a la ciudad con diferentes costumbres, diferentes hábitos y variadas experiencias dejando a la vista solo las más fuertes y las más constructivas. Vancouver es su diversidad cultural, es la raíz de su crecimiento.
Y estas son solamente unas de las tantas razones por las que Vancouver se convierte en una perla en la costa oeste de América. Hay muchos motivos por los que la ciudad fue catalogada como una de las mejores ciudades del mundo para vivir, pero en vez de contar todos sus secretos y su mística, es mejor invitar a conocerla. Le Corbusier incentiva a viajar, y en este caso, estoy seguro de que incentivaría a visitar Vancouver ya sea en invierno, otoño, primavera o verano. Cada estación es una postal diferente.
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