Estado sentimental: Arquitecto
- Ignacio Sottini
- 12 mar 2017
- 2 Min. de lectura
Es hermosa la vida en pareja, ¿no es así? Se los pregunto. Porque yo no sabría decirles. La relación más estable que tuve en estos últimos años fue con mi Smartphone y mi computadora (triste pero verdad). Y en estas relaciones ni siquiera soy yo el que tiene los pantalones puestos, sino el sumiso, que obedece de forma casi inmediata lo que mi celular o mi computadora me exigen o me permiten.

En mis años vinculados con la arquitectura, tuve la suerte (“suerte”) de encontrarme con varias personas que poco a poco evolucionaron en intentos de pareja, que tristemente ¿o será afortunadamente?, desaparecieron antes de que aprendieran a deletrear la palabra “renderizado”. Me duraron tan poco como dura la tranquilidad después de una entrega y luego todo volvía a la normalidad.
Pero me tocaba ver todas esas parejas que sí funcionaban, parejas que sí persistían y que se comprendían. ¿A qué se debía eso? ¿Qué hacían ellos? ¿y que hacia yo para que mis relaciones no funcionaran? A mi siempre me reclamaron lo mismo;el poco tiempo que invertía en la relación, el interés casi obsesivo por consumir y producir arquitectura y el hecho de que la mayoría de mis amigos fuesen arquitectos.
Luego descubrí cual era el secreto (Pero no la regla inequívoca a la realidad): Todas estas parejas que si funcionaban, persistían y prosperaban estaban conformadas por dos arquitectos. Y allí lo entendí. ¿Quién mejor para entender a un arquitecto que otro arquitecto? Aprendí que entre nosotros nos entendemos, y lo hacemos en mucho más que en la pasión y el léxico. Los arquitectos sabemos la exigencia de tiempo que lleva un proyecto, el deseo de hacer lo que nos gusta de una forma detallada y minuciosa, y por lo tanto la poca vida social que nuestra profesión nos conlleva.
¿Acaso Mies no se separó varias veces por no congeniar?
No logro entender porque las relaciones con una persona ajena a la arquitectura fracasan. Tengo muy presente que somos obsesivos con nuestra profesión, que en épocas de entregas nuestros ojos están prácticamente pegados a la pantalla de nuestra computadora, y que hay noches en que nuestro lado de la cama se mantiene tendido por continuar trabajando en un proyecto. Pero, en el otro plano, somos tan minuciosos con detalles que cada gesto en nuestra relación es sumamente apreciado, somos tan ingeniosos que los regalos de aniversario son únicos y que no solo somos apasionados con la arquitectura sino con todas las cosas que realmente nos aceleran el corazón. Hay que agradecer a quienes nos aguantan y cuyas profesiones poco tienen que ver con la nuestra, esas personas son dignas de admiración porque no es fácil aguantar a un arquitecto.
Pero… ¿y si nos enamoramos de alguien completamente ajeno a la arquitectura? ¿Estamos destinados al fracaso? No, claro que no. Cada pareja es un mundo y esto no es mas que una simple sátira de la generalidad.
¿O no?
¿Cómo te va con tu pareja? Dejá tu comentario abajo.
En el próximo artículo: Casa de herrero, cuchillo de palo.
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